Cuando se hicieron públicas las pruebas del espionaje político que realiza el gobierno, el domingo 9 de junio en el programa “Cuarto poder” de América TV, los autores del delito montaron una fantástica coartada que finalmente se sustenta en una sola ‘evidencia’: la palabra de los culpables, nada más.
En efecto, la misma noche de la emisión de “Cuarto poder”, el general José Céspedes, jefe de la Dirección de Inteligencia de la Policía (Dirin), apareció con la coartada, apresuradamente fabricada en el Ministerio del Interior, de que se trataba del seguimiento a unos colombianos.
A lo largo de la semana, la coartada se fue acomodando. Cada nueva versión traía detalles diferentes y contradictorios con las anteriores, pero eso no les importa. El objetivo de una operación de desinformación como esa es crear confusión y dudas. Ellos saben que muy pocos tienen el tiempo y el interés de revisar cada una de sus diferentes versiones y encontrar las incongruencias.
El que salió a sustentar la coartada públicamente fue el general Carlos Morán, jefe del Estado Mayor de la Policía, quien no debería tener vela en este entierro (su función es asesorar al director y planificar). Sin embargo, Morán, un oficial hábil e inescrupuloso, vio la ocasión para ofrecerse al gobierno como el operador adecuado para sus ilegales maniobras en la Policía y alcanzar la jefatura de la institución cuando caigan el ministro y el actual director.
Morán no solo apareció en los medios, sino que hizo algo más importante: filtró la coartada, que él mismo había contribuido a fabricar, a periodistas a quienes les proporciona información desde hace años, y que luego la repitieron íntegramente.
La historia que contaron es que estaban siguiendo a dos presuntos delincuentes colombianos que se dedican al narcotráfico y otros negocios que, por una casualidad del destino, iban a reunirse justamente a unos metros de la oficina donde trabajo con Carlos Basombrío, al lado del edificio donde vive Gino Costa.
¿Y cuál es la prueba de que la agente de la división de asuntos políticos de la Dirin intervenida en el lugar estaba esperando a los colombianos y no vigilándonos a nosotros? Ninguna, absolutamente ninguna, salvo la palabra de los espías agarrados in fraganti, porque las imágenes que han presentado de los presuntos delincuentes colombianos son de Los Olivos, ninguna de Miraflores, menos aún del malecón Cisneros o del Parque del Amor.
Lo que hicieron fue superponer una labor real de investigación criminal al espionaje político, una maniobra de desinformación típica de un servicio de inteligencia cuando es descubierto con las manos en la masa. El mismo general Céspedes lo dijo a “Cuarto poder”: cuando los descubren, “lo que se utiliza necesariamente es señalar otra historia que normalmente es ficticia”. Podría decirse: a confesión de parte, relevo de pruebas.
Por ejemplo, Morán dijo en RPP TV que vigilaban un restaurante donde se iban a reunir los colombianos. Pues bien, frente al Parque del Amor no existe ningún restaurante; el que había cerró hace varios años, pero la realidad no tiene importancia para los embusteros.
En suma, una coartada sin ningún sustento. Solo la creen los que quieren creer.